Me pregunto ¿hasta dónde deben llegar los medios en la vida de los personajes públicos? Como considero que si se debe respetar ese espacio privado de la vida pública de los políticos, es que me negué a leer la carta de Rosario Robles, la enamorada, a Carlos Ahumada, su amante.
Por su parte Denise Dresser señala que Robles “no entiende que su error no fue una relación personal; fue no entender que esa relación –con esa persona en particular—entrañaba, desde el primer día, un conflicto de interés. Un conflicto de interés que ponía en jaque el interés público” (Proceso, 1477: 70) En lo que concuerdo, pero eso no nos da derecho a inmiscuirnos en la vida amorosa de Robles y Ahumada, ¿qué gano como ciudadano al leer la misiva de amor?, ¿mejora mi comprensión de las corrupciones gubernamentales?, ¿me permite plantear mecanismos para impedirlos?, ¿qué, ahora se reglamentará cuáles amantes te convienen?, porque la ley de responsabilidades de los funcionarios públicos no solo existe, sino que es bastante eficiente, si existe la voluntad política de aplicarla, que debe incluir la profesionalización de los auditores internos y no que sean “bancas”, al muy estilo priísta, para los panistas sin trabajo.
Con relación al matrimonio del embajador Tony Garza, ¿qué me importa como ciudadano mexicano si se casa y si lo hace por conveniencia? Proceso, en su número 1477, nos informa de la noticia con el titular: “La millonaria y el embajador: matrimonio por conveniencia”, ¿Y? Ni la millonaria lo ha sido robando al erario público, ni el embajador ha hecho política en el ámbito mexicano, entonces ¿qué nos importa que se casen por conveniencia o por amor?, ¿dónde está el interés público y ciudadano en esta noticia?, ¿por qué dedicarle tal espacio en un “seminario de información y análisis”, como es Proceso?
La ciudadanización de la política no debe implicar la vulgarización de los medios de análisis en mero show y medio del espectáculo.
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