
El reencuentro con los viejos amigos siempre es algo que no sabemos apreciar hasta que de nuevo la distancia nos separa. Mi reencuentro con Rocio y Gerardo me confirma que lo importante de la vida es vivirla, lo demás es anecdotario y en el peor de los casos curriculum, que solo les sirve a los que no te conocieron y tienen que hacer tu obituario.
Guadalajara, septiembre de 2005, en la casa de la mamá de Gerardo, a la izquierda, y yo como siempre "migrante".