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Mexicali, Baja California, Mexico
Historiador por la Universidad de Guadalajara y El Colegio de Michoacán, con un breve momento oscuro en El Colegio de la Frontera Norte. Nacido en Durango, criado y creado entre Ensenada, Ameca y Guadalajara, y ahora radico en Mexicali: es decir un jalisquillo fronterizo de origen duranguense, pero no bailo pasito duranguense (mucho menos tribal).

Lo que leo

Una antología de artículos y capítulos de Gilberto Giménez, principalmente sobre identidades, para una clase de maestría, pero sobre todo para escribir una introducción a mi próximo libro que titularé: Identidades históricas en las Californias.

miércoles, 17 de enero de 2007

Reseña de la más reciente obra de Elsa Malvido.

La población, siglos XVI al XX, Elsa Malvido, colección Historia Económica de México núm. 7, Ciudad de México, Universidad Nacional Autónoma de México / Editorial Océano, 2006.

Tomando en cuenta que es fundamental poder contar con textos académicos orientados a la difusión del estado de la cuestión de temas como la historia económica de nuestro país, es sumamente interesante poder contar con la colección coordinada por Enrique Semo, de la cual se inscribe la obra de Elsa Malvido. Así, en la Presentación se establece que el objetivo es “sintetizar los resultados de infinidad de investigaciones particulares especializadas y ofrecer al lector una visión coherente de conjunto, basada en el conocimiento actual de los temas abordados. Esperamos que todos los interesados en la historia económica, pero especialmente los estudiantes de economía e historia, encuentren en ella tanto una obra de consulta como un marco de referencia y una fuente de inspiración teórica para nuevos estudios” (p. 8)

Aunque propiamente la autora nos deja ver al inicio, pero sobre todo en toda la obra que su objetivo es mucho más vinculado a una visión coherente y didáctica sobre el amplio proceso de poblamiento de lo que en diferentes momentos históricos de lo que hoy conocemos como México, especialmente “Desde el origen de la especie humana y hasta hace cerca de 50 años (1945), [cuando] la variable demográfica fundamental fue la mortalidad, la cual determinó el comportamiento general de la población en todo el mundo y en particular en nuestro país” (p. 11).

Aunque el libro está organizado en una introducción, conclusiones, un anexo estadístico (que en estricto sentido es una relación de epidemias del siglo XVI al XVIII), una cronología epidemiológica mexicana en el siglo XIX y la bibliografía (que no es toda la utilizada en los pie de página y así lo aclara la autora) y once capítulos. Lo que es más evidente al momento de la lectura de la obra completa es que en realidad se establecieron tres grandes conjuntos de capítulos: el primero referente a la patología natural o biológica (capítulos 1 a 6); el segundo bajo la influencia de la patología social o biosocial (capítulos 7 al 9) (ver p. 18); y el tercero con base en la nueva circunstancia demográfica de que es la fecundidad es la variable demográfica determinante del poblamiento mexicano (capítulos 10 al 11) Que a su vez corresponden a una propuesta general de periodización siendo el primero de inicios del siglo XVI hasta 1832, el segundo de 1833 a 1955, y el tercero de 1955 hasta fines del siglo XX. Todo en una visión integral del devenir demográfico de los seres humanos que habitaron los diferentes espacios prehispánicos, coloniales y mexicanos, logrando una narración amena y didáctica.

Uno no pueda dejar de reconocer que es una obra producto de una vida dedicada al estudio de la historia demográfica de nuestro país, por lo cual parece todo fluir de una manera clara, vinculada a la información necesaria sobre la historia política y económica desde el siglo XVI hasta el XX, logrando poder mantener una visión sintética, sin que por ello no recurra a poner ejemplos concretos de diferentes regiones para mostrar las diferencias en el amplio territorio novohispano o mexicano. Pero además, resulta sumamente interesante sus continuas referencias a ese grupo tan diverso y hasta cierto punto aparentemente intangible que son los mestizos, uno de los grandes aciertos de esta obra es mostrarnos su conformación desde la historia demográfica como aquellos “que en muchas ocasiones quedaron excluidos de las dos repúblicas, sin oportunidades claras y con el temor constante de ser repudiados”, pero al mismo tiempo fueron el instrumento inconsciente por el cual la población nativa “les permitió, al paso de los siglos, convertirse en la mayoría por ser la más resistente” (p. 55), gracias a haber heredado defensas inmunológicas. Por lo cual, para fines del siglo XVIII representaban el 37 por ciento de la población novohispana (p. 77)

También es de reconocer que el libro La población, siglos XVI al XX es una excelente manera de introducir a los estudiantes de historia en ese aparente mundo “estéril” de las cantidades y de la demografía, ya que diversas partes y capítulos sintetiza mucha de la información básica que un aprendiz de historiador demógrafo debe conocer, y que en general se había recurrido a diversas antologías maquinadas por los profesores para mostrar el conjunto del objeto de estudio y conocimientos básicos para realizar estudios e investigaciones en cualquiera de las regiones, poblaciones o localidades. Por ejemplo, son de destacar los capítulos “Las cuentas de los cuerpo o los tributos de la población de la República de indios” (pp. 91-104) y “Las cuentas de las almas, los registros parroquiales” (pp. 105-122). Donde también se destaca el énfasis en conocer la propia historicidad de las formas de contar en cada momento histórico y por cada segmento social, y así nos advierte “si el bautizo no era de un niño, no reflejaba su nacimiento, sino su inclusión en la Iglesia católica” (p. 106) Es decir, debemos conocer las fuentes de estudio y no caer en la simple postura de considerar que los datos históricos son de mala calidad, “ya que uno de los peores censos de población que se han levantado recientemente es el de 1980, al que siempre se le deben hacer ajustes, correcciones o, simplemente, ignorársele” (p. 12) Es continuo su interés en que los lectores perciban este punto e incluso en las conclusiones establece que “El cómo, quién, cuándo, y para qué se contaron a los hombres, dejó ver claramente que fueron las necesidades de los gobernadores y su concepción de los cuerpos las que crearon la memoria cuantitativa de los mexicanos, lo que nos permitió hacer observaciones de su comportamiento demográfico, con las limitaciones dadas por las fuentes antiguas y modernas” (p. 223).

Otra de las aportaciones de esta obra y de su síntesis histórica del devenir demográfico es mostrar que la mayoría de los gobiernos siguen con los mismos esquemas de políticas de población o colonización desde el siglo XVIII:

“La población creció a paso lento, y en 1936 se aprobó la primera Ley General de Población de México, en la cual la frase de “poblar es gobernar” se había desechado pues los intentos no habían dado los frutos esperados; ahora se plantearon otros puntos nodales de las Reformas Borbónicas, tener una población sana y alfabeto para el trabajo, proporcionándole mejores condiciones de vida” (p. 192)

También es de anotar, aunque no son desarrolladas propiamente, las hipótesis de que la globalización a permitido la entrada de nueva cuenta de enfermedades considera como “históricas”, como son el caso del cólera en 1994, pero además que es importante reconocer que seguimos en deuda con la gran mayoría de población en la cuestión de los accesos a mejores niveles de vida, “en conclusión, de la verdadera planificación de la salud de un pueblo y no una simple declaración contenida en un artículos de la Constitución” (p. 224)

La visión amplia del devenir histórico, demográfico y económico nos permitirá realizar mejores análisis y diagnósticos de nuestra realidad, ya que como dijera Pierre Chaunu en 1978 (Historia cuantitativa, historia serial, Ciudad de México, Fondo de Cultura Económica, 1987, p. 385):

“la mediocridad de las previsiones de estos últimos años, su incapacidad para elevarse del estadio preventivo al estadio prospectivo, resultan, en efecto, de una insuficiente incorporación del dato de la historia. Una demografía que no es histórica, una demografía chata, corta, no puede ser más que preventiva. El precio de una aproximación prospectiva es, muy evidentemente, toda la sabiduría que puede extraerse de la muy larga duración”.