"El admirado profesor O'Gorman: una manera de ser elegante, pero sin la ostentación que hace desmerecer en el arte, con su repertorio de cuidadas casualidades en el estilo de vestir, en las frases laterales, el amaneramiento de su exposición, el cansado manoteo de su genio amargo, las sonrisas aviesas de su controlado pesimismo, la satisfacción de ejercer el civilizado arte de crear enemistades y de deshacerse de la simpatía de quienes se crean la mayoría".
Antonio Saborit, "El profesor O'Gorman y la metáfora del martillo", en Enrique Florescano y Ricardo Pérez Montfort, comp., Historiadores de México en el siglo XX, México, FCE, 1995, p. 187.
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