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Mexicali, Baja California, Mexico
Historiador por la Universidad de Guadalajara y El Colegio de Michoacán, con un breve momento oscuro en El Colegio de la Frontera Norte. Nacido en Durango, criado y creado entre Ensenada, Ameca y Guadalajara, y ahora radico en Mexicali: es decir un jalisquillo fronterizo de origen duranguense, pero no bailo pasito duranguense (mucho menos tribal).

Lo que leo

Una antología de artículos y capítulos de Gilberto Giménez, principalmente sobre identidades, para una clase de maestría, pero sobre todo para escribir una introducción a mi próximo libro que titularé: Identidades históricas en las Californias.

jueves, 30 de marzo de 2006

Brokeback Mountain: la esperanza.


Estoy de acuerdo en que la película nos refleja una tierna y muy humana historia de amor, que en realidad cualquiera debería disfrutar, como podemos disfrutar todas esas viejas historias de amor “normal”, pero tampoco puedo negar que ese sentimiento de frustración es cada vez mayor, a pesar de la paradoja de que la denominada cultura gay cada vez esta ocupando mayores espacios públicos, pero siempre y cuando te mantengas en lo chistoso, recuérdese a Jack en William & Grace o el diseñador de aparadores de Mi novia es un maniquí. Si se puede caricaturizarlos, entonces es posible discriminarlos, golpearlos, asesinarlos, “ni los veo, ni los escucho”.

Pero si los “maricones” son dos vaqueros hoscos y rudos, pues la verdad ya es atentar contra las buenas costumbres. Algunos dicen que lo importante es que puedan existir Brokeback Mountain, pero recuerden que es una zona de refugio, no el paraíso lunamielero de cualquier heterosexual, sino un espacio no propio en el cual se busca expresar lo prohibido, ellos no escogieron su Brokeback Mountain, como muchos no lo hemos hecho, sino que es el único recurso que nos han dejado, y por tanto mi reflexión era que si realmente existe ese espacio de libertad o es sólo un recurso de la imaginación para evadir la realidad como en El hombre de La Mancha o en Brasil, Jack y Ennis no se ganaron su Brokeback Mountain, porque recuérdese que plantean la posibilidad de huir al México mítico, ni siquiera le permitieron a Jack que sus cenizas se esparcieran allí, el personaje del padre fue contundente, él tenía un espacio en su familia, la que lo controla y castra, hasta en la muerte.

¿Dónde está el Brokeback Mountain de cada uno de nosotros? Mi temor es que no existe ninguno, y eso fue lo que más me dolió de la película. Mucho se ha dicho de los derechos humanos, de los derechos a la diversidad sexual, pero en el fondo sólo hemos alfombrado el infierno.

Aldonza vs Dulcinea


Ayer por fin pude ver la película Brokeback Mountain, en versión pirata ya que el aparentemente “casual” retraso de proyectarla en los cines de Mexicali me había desesperado, y realmente estoy sorprendido de la reacción que he percibido en programas locales como el de la “estrella” de la supuesta revista televisiva Con V de Venegas, ¿dónde está la película gay?, yo lo que contemplé fue una simple historia de amor entre dos personas, que nadie recuerda aquella vieja película con Alan Alda y Ellen Burstyn en Same Time, Next Year (1978) ¿Dónde está el insulto a las “buenas” constumbres?, o más simple, ¿realmente estamos ante una historia gay?

Creo que ese ha sido su problema o impacto, esta narrada de tal manera que si se pone una pareja como Alda-Burstyn o si se quiere a una más contemporánea es creíble, ese es lo que a las gentes de bien les molesta o les incomoda, que saben que eso ocurre a diario incluso en esos espacios tan tradicionales y supuestamente permeables a los pecaminosos como los vaqueros, los altos ejecutivos, los futbolistas, los militares y demás espacios “duros”. Más de alguna buena conciencia se sintió reflejada en la señora Del Mar, que aunque lo ve no lo puede creer.

Pero lo que realmente me entristeció es que la realidad es esa, dos hombres que se aman simplemente tienen que vivir dos vidas, una en sus respectivas respetables comunidades y otra en Brokeback Mountain, siempre con el temor de ser “descubiertos” y por tanto asesinados, que es un punto que no debemos olvidar, o ¿alguien ha sabido algo del multihomicida homofóbico que capturaron al mismo tiempo que la “mataviejitas”? No sólo es la tragedia de no poder amar a tu ser querido con plenitud, pero tampoco poder llorarlo cuando mueres “accidentalmente” o asesinado por un ataque de odio (para Ennis ese fue el final de Jack), y mucho menos poder tener un espacio donde poder vivir en paz, para ellos era un México mítico, para nosotros es un San Francisco o Hill Creast mítico, pero lo que me pregunto es si realmente existe o va existir ese lugar donde podamos amar a quien deseamos y anhelamos.

No puedo negar que Brokeback Mountain es una película disfrutable, bien armada y contada, y con una espléndida fotografía, pero con una historia tan creíble que desgarra el solo pensar que tus alternativas son vivir dos vidas, morir de un “accidente”, o terminar en un remolque solo, abrazando una vieja camisa de tu más profundo amor, el cual solo compartió contigo breves fines de semana en una lugar solitario, bello pero profundamente solitario, tal como los ghettos. Ante el vacío que me provocó la película, yo buscaba entretener mi melancolía (¡paradojico!), decidí volver a ver por enésima vez El hombre de la Mancha con Peter O’toole y Sophia Loren (1972) y solo regresé a la vieja búsqueda de nuestros sueños, aquel lugar en La Mancha que no deseo recordar, pero llevo tatuado en el alma, donde se sueña ese sueño inimaginable, ese momento en que tienes la posibilidad de encontrar a tu pareja soñada y tienes que enfrentar que en realidad nunca podremos estar juntos, y l@ ves alejarse de tu vida, y todos tus éxitos, logros, reconocimientos, felicitaciones y remuneraciones solo sirven para desgarrar tu alma y hacer un hueco en tu alma que se refleja en tu rostro, y te preguntas si al menos tendrás tu Brokeback Mountain o solo morirás reprimido por una sociedad que ante la posibilidad de que alguien sea feliz, prefiere ahogarlo y asesinarlo.

lunes, 13 de marzo de 2006

Tras las huellas de una vida: Guy Rozat.


Mucho quiero agradecer a todos los que colaboraron y participaron en la realización del Taller sobre Historia cultural, impartido por el doctor Guy Rozat, en el marco de la 7a Feria Internacional del Libro de la UABC, el pasado sábado 11 y domingo 12 de marzo, en tres maratónicas sesiones. Sobre todo me entusiasmó el ver diferentes generaciones escuchando las diversas formas en que se ha ido conformando una obra como la del doctor Rozat, en sus propias palabras y describiendo parte de su biografía, que fue fundamental para comprender perspectivas, formas de ver las fuentes, las corrientes y las metodologías.


Sin discusiones entre los estudiosos de las sociedades humanas en el tiempo, no podremos hacer nada por nuestra disciplina, mientras vivamos el "síndrome del cubículo", nada avanzaremos en la construcción del conocimiento histórico, y vivo tengo el recuerdo de una anécdota de Rozat de sus tiempos en las comunas, de cómo mover una gran piedra en volumen y peso, y es "danzando" con ella y se podrá mover utilizando su propio peso.

Movamos el conocimiento de nuestra historia regional y de la región, movamos las telarañas del saber historiográfico, sacudamos esos mitos ridículos del pionerismo y la frontera estilo "boderpatrol". Bailemos con nuestra disciplina para poder danzar con el conocimiento científico, tal vez nos den un pisotón y más de uno dirá que no sabemos bailar, pero al menos estaremos construyendo nuestra interpretación y no rumiando el mismo pasto de otro.

Muchas gracias a mis alumnos y alumnas que son los que me mantienen en ésto, junto con mis maestros y maestras, en el amplio término, que me recuerdan que dando es la única manera de acumular vida y satisfacciones.

miércoles, 1 de marzo de 2006

Taller sobre Historia cultural: sesiones

Por cuestiones de organización de las muy diversas actividades de la 7a FIL-UABC, las sesiones del Taller sobre Historia cultural que impartirá el doctor Guy Rozat se concentraron en tres sesiones, pero siguen siendo 10 horas del taller. Las sesiones serán los días 11 y 12 de marzo de 2006. Se les recuerda que el cupo es limitado a 20 personas y por el espacio asignado seremos muy estrictos con este requerimiento.


Primera sesión: sábado 11 de marzo (15:00 a 19:00 horas)

Indios imaginarios e indios reales (Arqueología del discurso).

Se aborda un tema controversial: el de los relatos sobre la conquista de México y la construcción simbólica subyacente, que nos lleva a preguntas como ¿quiénes son realmente los “informantes”, en particular en el caso de los textos recogidos por Sahagún?, ¿a quiénes se dirigían tales relatos?, ¿qué pretendían explicar (o justificar)?
Obra: Indios imaginarios e indios reales en los relatos de la conquista de México, Ciudad de México, Universidad Veracruzana/Instituto Nacional de Antropología e Historia/Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 2002, 337 p. [Existen nuevas ediciones]

Segunda sesión: domingo 12 de marzo (10:00 a 13:00 horas)

América, imperio del demonio (Análisis del intertexto).

Esta obra es el producto de las múltiples lecturas que el autor ha realizado de la crónica del misionero jesuita Andrés Pérez de Ribas. Es el resultado de una experimentación metodológica por medio de la cual se intentó reconstruir la naturaleza profunda de esa crónica, su funcionamiento y su interés para una historia cultural del septentrión novohispano.
Obra: América, imperio del demonio. Cuentos y recuentos, Ciudad de México, Universidad Iberoamericana, 1995, 190 p. [Existen nuevas ediciones]

Tercera sesión: domingo 12 de marzo (17:00 a 20:00 horas)

Los orígenes de la nación (Reconstrucción de construcción de imaginarios).

Mediante cuatro textos clásicos del siglo XIX, considerados como índices de un trabajo cultural colectivo, se muestra cómo, en ese siglo, frente a la imposibilidad de fundar la historia nacional sobre el pasado precolombino, la historiografía nacional emprendió paulatinamente la expulsión del indio, que se había vuelto “problema”, del relato de la historia nacional.
Obra: Los orígenes de la nación. Pasado indígena e historia nacional, Ciudad de México, Universidad Iberoamericana, 2001, 480 p.


El sitio de reunión es la Sala de Seminarios del Departamento de Información Académica (el edificio blanco a un lado de la Biblioteca Central), en el primer piso, entrando a mano derecha (la entrada está un poco escondida) Esto en el campus de la UABC en Mexicali, frente al Blvd. Benito Juárez.

martes, 24 de enero de 2006

Indians, Missionaries, and Merchants.

Es fundamental en la tarea continua de la investigación histórica, entendida como el estudio científico de las sociedades humanas en el tiempo, estar revisando las nuevas aportaciones que diferentes académicos realizan a la comprensión de un tema como el proceso de intercambios culturales en una disimetría de poder entre los agentes socioculturales de las tradiciones indígenas y de las tradiciones occidentales en el antiguo noroeste novohispano, que es un tema de especial significación para algunos investigadores como el que reseña.

La nueva obra de Kent G. Lightfoot, profesor de antropología en la Universidad de California en Berkeley, es un sugerente texto sobre el estudio de las transformaciones culturales de los indios de California en sus dos fronteras principales con occidente, tanto la denominada frontera misional franciscana, como la frontera comercial rusa, y que ambas coincidieron en el norte de la bahía de San Francisco a principios del siglo XIX, buscando comprender estos procesos y su impacto en el devenir histórico de las identidades indígenas. El texto se divide en nueve partes, ocho capítulos y unas conclusiones, destacando los capítulos: primero “Dimensions and Consequences of Colonial Encounters”; segundo y tercero “Franciscan Missions in Alta California” y “Native Agency in the Franciscan Missions”, y el séptimo “Missionary and Mercantile Colonies in California: The Implications”.

Indians, Missionaries, and Merchants, también destaca por dos aportaciones importantes a la discusión académica sobre los intercambios culturales entre indios y occidentales en el noroeste novohispano entre mediados del siglo XVIII y el XIX, que son la propuesta de una metodología de investigación basada en el análisis comparativo con una perspectiva holística, multidimensional y diacrónica, basado en la antropología histórica y con un amplio manejo documental de diversos orígenes disciplinarios, principalmente la antropología, la arqueología, la historia y la etnografía:

“Archaeology, archival documents, ethnographic observations, and native narratives together comprise the holistic study of historical anthropology, the most powerful approach for investigating the past, outside of a time machine. The integration of multiple lines of evidence from documentary, oral, and archaeological sources produces a broader and more inclusive view of history. […] They allow us to hear the muted voices of the colonial past.” (pág. 15)

Para un control de esta propuesta metodológica, Lightfoot propone que se deben estudiar las dos fronteras culturales con base en siete indicadores generales que denomina “Dimensions of Colonial Encounters”, y que serían: 1) “Enculturation Programs”; 2) “Native Relocation Programs”; 3) “Social Mobility”; 4) “Labor Practices”; 5) “Interethnic Unions”; 6) “Demographic Parameters of Colonial and Native Populations”, y 7) “Chronology of Colonial Encounters”. Es indudable la importancia de los estudios comparativos en parámetros mucho más cercanos, como serían las dos formas de colonización emprendidas al norte de la bahía de San Francisco, tanto por empresarios rusos como por los misioneros franciscanos, preferible a los estudios comparativos de regiones físicamente lejanas como California y Bolivia.

La propuesta es muy interesante, pero en el momento de poderla aplicar con los elementos documentales sobrevivientes de ambas fronteras culturales, resultan mucho más dudas que respuestas concretas, sobre todo cuando se establece que existe una diferencia sustancial entre las formas de colonización de los mercaderes rusos y los misioneros franciscanos, sobre todo en dos aspectos distinguibles: a) los programas o proyectos de cambio cultural, para los primeros inexistentes y para los segundos parte de su visión y misión, y b) que esto implicó un control mayor por los segundos que por los primeros, es decir, los mercaderes rusos prefirieron utilizar las estructuras de poder indígenas existentes antes que imponer nuevas y conforme a su tradición cultural occidental, como lo hicieron los misioneros.

Hasta aquí podríamos concordar con el desarrollo argumentativo de Lightfoot, donde empiezan las dudas es la ausencia total de otro de los elementos importantes en la frontera misional franciscana, todos los colonos hispanos y novohispanos que los acompañaron y condicionaron el trabajo misional, parecería que los franciscanos eran los únicos en toda esa región al este y sur de la bahía de San Francisco, y no hay referencias a los proyectos de colonización con “civiles” y los pueblos de Branciforte y San José, por nombrar a los más cercanos y que aparecen en el mapa 9 (pág. 120) Sin adentrarnos a la presencia militar, simbolizada por los presidios, y político-administrativa colonial, la cual representaba los intereses de la monarquía y del imperio, y que muchos conflictos generó entre sus representantes y los franciscanos, y no solo en la Alta California, sino también en otras regiones novohispanas a raíz de la implementación de las llamadas reformas borbónicas.

Pero también resalta que a pesar de llegar a una conclusión de que esos dos aspectos señalados son la diferencia sustancial entre la frontera mercantil rusa y la frontera misional franciscana, resulta que el autor debe reconocer que las dos misiones sureñas de la Alta California, San Luis Rey y San Diego de Alcalá, en realidad tendrían un comportamiento similar a la frontera mercantil rusa y no a la franciscana, y establece una serie de aportes de investigación académica anterior que refuerza esta propuesta, llegando en las conclusiones a establecer que existen tres procesos de cambios culturales: una referida a la frontera misional franciscana y los indígenas de las zonas centrales de California; uno con relación a las dos misiones sureñas y los indios de la zona, principalmente los diegueños, y uno referido a la frontera mercantil rusa y los indios principalmente Kashaya Pomo.

Lo que no se especifica es cómo una sección de la frontera misional franciscana, dentro de un proyecto de colonización novohispano para la Alta California, y en el marco de una estrategia geopolítica de defensa de las fronteras imperiales, pudiera haber tomado medidas diferenciadas respecto a las instrucciones generales tanto para misioneros, soldados, comandantes de presidio e incluso colonos “civiles”. Aunque no podemos negar lo provocador de la idea, ya que existen evidencias en el norte de la Baja California, en la frontera misional dominica, que son muy similares a lo que Lightfoot establece para estas dos misiones franciscanas de San Luis Rey y San Diego de Alcalá, y este segundo proceso de cambios culturales desarrollados en las fronteras de California.

Indudablemente existen muchas aportaciones por parte de la nueva obra de Lightfoot, pero lo más enriquecedor son las provocaciones metodológicas y académicas, entre las primeras la propuesta de un análisis holístico con un manejo multidimensional a través de diferentes fuentes de información y su complementariedad como los testimonios de tradición oral y los hallazgos de las investigaciones arqueológicas, que solo tienen el inconveniente del desarrollo disciplinario respectivo, que de cierta manera el autor pudo solucionar con una formación e investigación transdiciplinaria, pero en ciertos momentos de la obra se denota que no pudo conseguir las fuentes equiparables para llevar un nivel homogéneo en para los tres procesos de cambio cultural de las fronteras de California. Sin olvidar un aspecto que es importante destacar, la nula utilización de documentos en su idioma original para la frontera misional franciscana, que siempre tendrá el problema del manejo del lenguaje e idiosincrasia sobre todo para la reconstrucción de aspectos identitarios.

Por último, existe otro punto muy interesante en la obra Indians, Missionaries, and Merchants. The Legacy of Colonial Encounters on the California Frontiers, de Kent G. Lightfoot, y que se encuentra en el capítulo octavo “The Aftermath”, y que tiene que ver con el impacto de los académicos en la construcción del conocimiento sobre los grupos indígenas de California, sobre todo a través de los trabajos pioneros de antropólogos encabezados por Alfred Kroeber (“Anthropology and Tribal Recognition”, págs. 222-232), y que lo lleva a plantear que en la búsqueda del indio “verdadero”, los antropólogos privilegiaron a ciertos grupos e individuos que ellos consideraron como menos compenetrados en la tradición cultural occidental, y que de cierta manera fueron muy estudiados, en prejuicio de otros grupos e individuos que por tanto dejaron de ser “indios”, ya que los oficiales del gobierno estadounidense se basaron en los estudios de los antropólogos para las identificaciones y reconocimientos, vía las reservaciones, de los grupos debidamente acreditados para poder reclamar derechos sobre terrenos tradicionales.

El tema resulta muy provocador y lo que llega a demostrar Lightfoot es que debemos comprender en su momento histórico toda esa nomenclatura sobre los grupos indígenas de California y en si del noroeste novohispano que aceptamos como verdad inamovible:

“Although recognizing the important and pioneering contributions that Kroeber and other early ethnographers made to our understanding of Native Californians, we must rethink the legacy of viewing Indians as a static, traditional people. Native societies, both today and in the past, are dynamic and continually in transformation in relation to ever-changing social conditions. Constructing a more encompassing and inclusive historical perspective on California Indians means appreciating the many roads these people have traveled in getting to today” (pág. 239).

Indians, Missionaries, and Merchants. The Legacy of Colonial Encounters on the California Frontiers, Kent G. Lightfoot, Berkeley, University of California Press, 2005, 338 págs.

jueves, 1 de diciembre de 2005

Recuerdos de familia (2)


Pues resulta que mi hermana Karla, de pie, ya tiene su primera hija, a la que nombraron María Fernanda, pero en familia es mejor conocida como la "telerita".

Además, mi cuñada Cinthia, junto a mi hermana, está esperando su primer hijo o hija, para beneplácito de mi hermano Miguel, el "Bebito Patito", sentado junto a ellas.

martes, 29 de noviembre de 2005

Muestras de la Egoteca (3)


Autorretrato en pleno éxtasis de egolatria, en mi humilde cubículo en el CIC-Museo.

lunes, 31 de octubre de 2005

Entre museólogos te veas...


Fotografía del recuerdo del III Seminario en Estudios Culturales: Museos como zonas de contacto, realizado en el CIC-Museo durante octubre de 2005.

viernes, 14 de octubre de 2005

"Ni muy tristona, ni muy tristona"

Presentación de la obra en el Café Literario del ICBC en Mexicali, el pasado 23 de septiembre de 2005, en la que participaron Gina Walther y Everardo Garduño, y muchos jóvenes interesados en el tema, lo que me dio mucho gusto.

Fotografía de Alberto Tapia Landeros.








Presentación de la obra en el Centro Cultural Riviera de Ensenada, el pasado 28 de septiembre de 2005, en la que participó Hilarie Heath, con la presencia de doña Teodora Cuero y los familiares de doña Francisca Ochoa Montaño.

Fotografía de Horacio González.

viernes, 23 de septiembre de 2005

Entre viejos amigos te veas.


El reencuentro con los viejos amigos siempre es algo que no sabemos apreciar hasta que de nuevo la distancia nos separa. Mi reencuentro con Rocio y Gerardo me confirma que lo importante de la vida es vivirla, lo demás es anecdotario y en el peor de los casos curriculum, que solo les sirve a los que no te conocieron y tienen que hacer tu obituario.

Guadalajara, septiembre de 2005, en la casa de la mamá de Gerardo, a la izquierda, y yo como siempre "migrante".

viernes, 2 de septiembre de 2005

Entre culturalosos te veas.


Presentación del número dos de la revista Culturales, en el CEC-Museo, Mexicali, agosto de 2005.

jueves, 1 de septiembre de 2005

Entre historiadores te veas.


Reunión en la casa de Miriam y Carlos, por despedida de la primera ya que inició sus estudios de maestría.

Muestras de la Egoteca (2)


Fotografía tomada por Virginia Aldana.

lunes, 8 de agosto de 2005

Recuerdos de familia (1)



La alegría de comer a los tres años de mi sobrino Joseph Alejandro, hijo de mi hermano Luis Alejandro (julio de 2005) Posted by Picasa

martes, 2 de agosto de 2005

Reflexiones de Inkram Antaki.


1) “Existe hoy una querella muy violenta entre los que piensan que hay un derecho natural enraizado en la razón humana –y que son los discípulos de Kant—y los discípulos de Weber, que estiman que hay un derecho natural enraizado en la cultura. Es la Razón contra la Historia.”

2) “Estamos borrando todo el siglo XX. Estamos borrando uno a uno todos los signos, todas las revoluciones políticas o ideológicas del siglo XX. No como un asalto a favor de la historia, sino como una reescritura al revés de todo el siglo XX, que va a ocuparnos estos últimos años que nos quedan; quizá con la esperanza, de cara al nuevo milenio, de partir nuevamente de cero. No se trata de una construcción, sino de una descontrucción masiva de la historia.”

Inkram Antaki, Segundo Renacimiento. Pensamiento y fin de siglo,
Ciudad de México, Joaquín Mortiz, 1992, pp. 55 y 85.


lunes, 1 de agosto de 2005

Historia ¿Ciencia Social o Humanidades? II

Las humanidades.

Miguel León-Portilla

¿Qué son las humanidades? No es fácil responder a esta pregunta. A riesgo de equivocarme, me atreveré a decir que las humanidades están integradas por aquellas ramas del conocimiento, incluyendo el sensible, que más íntimamente se relacionan con los seres humanos. Las humanidades comprenden el saber acerca de lo que hemos sido, o sea la historia y en cierto modo también la arqueología y la prehistoria. La trayectoria íntegra de los seres humanos sobre la Tierra es el gran marco espacio-temporal de las humanidades. Por eso, ellas, en cuanto ramas del saber, no conocen otros límites. Abarcan asimismo lo que los grandes ingenios han concebido o fantaseado sobre una inmensa gama de comportamientos humanos, es decir, la creación literaria, desde las grandes epopeyas clásicas y la poesía en todas sus formas, hasta las novelas y otros géneros narrativos. Pertenece también a las humanidades cuanto se refiere a las concepciones del mundo, los mitos y leyendas, así como las elucubraciones de los filósofos que se han planteado las grandes cuestiones acerca de la posibilidad de decir palabras verdaderas sobre los enigmas de nuestro ser, la divinidad y el más allá.

No son ajenas a las humanidades las disquisiciones acerca del lenguaje ni tampoco las que han llevado al establecimiento de ordenamientos jurídicos dirigidos a hacer posible la coexistencia de las personas y las naciones. Y, por supuesto, se sitúa en el universo de las humanidades el gran conjunto de las artes, creaciones, muchas de ellas sublimes, en las que el espíritu humano se manifiesta plásticamente en la pintura, la escultura y mediante la arquitectura, la música y el baile.

Aunque las humanidades se distinguen de los conocimientos científicos -las ciencias fisíco-matemáticas y naturales-, no por esto dejan de tener relación con ellas. Obvio es que en las humanidades no se busca establecer leyes universales, pero, al entrar en relación con las ciencias, pueden, por así decirlo, humanizarlas. El conocimiento acerca de plantas y animales, y en general de la naturaleza, enriquece a los seres humanos no sólo en un sentido utilitario, sino también cultural y aun espiritual. Recordaré aquí lo expresado por Immanuel Kant a propósito de las realidades inanimadas que son las estrellas. Decía él que nada le producía mayor contento que la paz de la conciencia y la contemplación del cielo cuajado de estrellas.

Las humanidades, no siendo rentables, revelan el sentido humano de cuanto concierne a hombres y mujeres en sus vidas. Pondré un ejemplo tomado de un antiguo texto escrito originalmente en náhuatl, la lengua de los aztecas o mexicas. Conlleva él una apreciación de algo que existe en la naturaleza. Describe lo que puede significar para los humanos la contemplación de grandes árboles, frondosos y lozanos, digamos que cedros, robles o encinos. El texto en lengua indígena expresa: "Los cedros son muy bellos, relucen y dan sombra. A su lado hay frescor, bajo ellos hay vida y descanso. Son para nosotros como una madre y un padre" (Códice florentino, libro 11, folio 112).

En abierto contraste con esta forma de concebir a los cedros se halla la actitud de quien los contempla desde una perspectiva rentable. Es ella la del maderero que, al verlos, piensa en su valor económico y calcula cuántos metros cúbicos de madera puede obtener de los mismos con la correspondiente ganancia económica. ¿Es esta comparación una simpleza? O es enunciar de algún modo la diferencia que hay entre pensar y sentir la realidad confiriéndole un significado humano o fijarse en ella para detectar lo que tiene de rentable.

Reflexionemos un poco siquiera sobre lo que pueden significar las humanidades en nuestras vidas. ¿Es igual viajar conociendo al menos un poco de la historia del lugar que se visita, que acercarse a él sin tener noticias de lo que se contempla? Y, para los que gobiernan, ¿importa o no que estén enterados de lo que ha sido el pasado de las gentes a las que rigen? ¿Qué es la historia del arte sino una serie de acercamientos a las mejores creaciones logradas por la humanidad a través de los tiempos? Gustar de la literatura, por ejemplo, es dar vida en nosotros mismos a lo que otros pensaron, vivieron y confiaron a la escritura. Incontables son los caminos de acercamiento a lo más hondo de la sabiduría, abiertos a través de las obras de filósofos, historiadores, antropólogos, literatos y juristas.

Los más grandes ideales que han concebido hombres y mujeres a lo largo de los siglos hunden sus raíces en el pensamiento humanista. Así, las que llamamos obras clásicas, por su perdurable significado, hablan de la libertad como supremo valor. Y otro tanto puede afirmarse respecto de cuanto da cimiento a la dignidad humana: el respeto a los derechos ajenos, la concepción del poder como emanada del pueblo y, en consecuencia, los principios en que se fundan la democracia y el orden jurídico. Todo esto, sin lo cual la vida social, política y económica se convertiría en un caos, deriva en última instancia del gran conjunto de creaciones que integran las humanidades.

Pero ahora bien, o mejor dicho, ahora mal, hay en nuestro presente quienes se empeñan en cerrar caminos que llevan nada menos que a disfrutar en plenitud cuanto puede enriquecer lo más noble del ser humano. Quienes así actúan nos dicen que las humanidades son ya obsoletas y acercarse a ellas es pérdida de tiempo. No siendo rentables, el tiempo que se dedica a ellas es inútil despilfarro. Lo que en verdad importa, nos dicen, es capacitarse para obtener un trabajo productivo, de esos que te permitan medrar, bien sea en los negocios y hasta, ¿por qué no?, en la política.

Esta actitud no es del todo nueva. Ya se ha manifestado antes como nos lo muestra precisamente una rama de las humanidades: la historia. Sólo que ahora, como una consecuencia de los rampantes procesos de una agobiante globalización cultural y económica, que se tornan omnipresentes a través de los medios de comunicación, se nos induce a todos a alejarnos de pamplinas, que así se califica a veces a las humanidades. Habrá que dedicarse, en cambio, a esa capacitación que redundará en provecho económico y será puerta abierta para entrar de lleno en la sociedad del consumo, y del jet set. En su propio tiempo San Agustín describió una parecida atracción como fascinatio nugacitatis, fascinación de una nuez vana.

La acometida contra las humanidades, como consecuencia también de la globalización cultural, además de tender a clonar en la mediocridad a los humanos, que serán así más fácilmente manejables, aparece en múltiples lugares del mundo. Para dar dos ejemplos, recordaré que ha resurgido recientemente en España y en México. Si en la primera se busca eliminar en la educación superior ramas del saber como la historia del arte, la filología y la filosofía, en el caso de México el golpe trata de asestarse desde antes, en el ciclo de enseñanza media. Entre otras cosas se pretende la supresión o disminución del estudio de la historia. Y podrían aducirse los casos de otros países en los que algo parecido está ocurriendo.

¿Qué se busca con ello? ¿Decapitar culturalmente a la juventud? ¿No interesa ya formar realmente a los seres humanos? Pienso que el tema es de tal magnitud que debe preocupar a cuantos, gracias precisamente a las humanidades, nos sentimos y queremos ser de verdad humanos.

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http://www.jornada.unam.mx/2005/jul05/050703/016a1pol.php

Copyright (c) 2005 La Jornada

jueves, 23 de junio de 2005

Muestras de la Egoteca (1)



Cerca de mi 42o cumpleaños, los recuerdos de estas épocas son gratos. Tierra Blanca, Durango, alrededor de 1965-1966. Posted by Hello

miércoles, 22 de junio de 2005

Nueva publicación.

Ni muy tristona, ni muy tristona... Testimonios de mujeres paipai y kumiai de Baja California, Mario Alberto Magaña, prólogo de Everardo Garduño, Mexicali, Pacmyc/ICBC, 2005, 128 pp.

El libro busca aportar la información que cinco magníficas mujeres accedieron compartir con nosotros, por medio de la edición de las entrevistas completas, pero también se busca mostrar la riqueza de su vida, ya que al entrevistarlas quedé sorprendido de lo digno de su historia y que vivieron a plenitud, sin melodramas sobre su pobreza y la crudeza de la vida rural en zonas de desierto, que es más que evidente, sino que expresaron una alegría reencontrada al ir recordando su pasado. Es por esto que decidí titular este trabajo con parte de una expresión de doña Flora, que creo expresa esta idea de una vida difícil, sin duda, pero a la vez muy viva: “...así es que pues no, ni muy tristona, ni muy tristona, ni muy... Pues a lo menos yo he pasado una vida poco más o menos, pero era aguzada [risas]”.

La obra se logró gracias al apoyo de la Universidad Autónoma de Baja California, en su etapa de recolección y análisis de los testimonios, y al de las instituciones que integran y financian el Programa de Apoyo a las Culturas Municipales y Comunitarias (Pacmyc), en su convocatoria 2004, que hicieron posible que estos testimonios fueran conocidos.

viernes, 17 de junio de 2005

En recuerdo de Adolfo Aguilar Zinzer.

"Porque sabía que la crítica no es una actividad antipatriótica, sino todo lo contrario. Porque entendía que en México la crítica es necesaria para combatir el silencio apabullante. Porque creía que es justo cuestionar a la autoridad arbitraria, a los que fueron electos para representar a la población pero sólo malgastan sus impuestos. [...] Cuestionar y actuar. Criticar y proponer. Sentarse detrás del escritorio y marchar en la calle. Eso hacía Adolfo. Ese era Adolfo. Un antídoto cotidiano al cinismo. [...] Como alguien que vivió cuestionando la norma y cruzando la raya. Como una persona que siempre pintaba la propia. La del intelectual incómodo. La del ciudadano inconforme. La del mexicano participativo."
Denise Dresser (Proceso, 1493: 54-55)

jueves, 2 de junio de 2005

El descubrimiento de California.

Como ya lo he señalado en otras ocasiones, en el caso de la actual sociedad fronteriza mexicana del estado de Baja California, un primer momento del proceso de auto reconocimiento identitario fue marcado por la fuerte presencia de los inmigrantes, los cuales llegaron a este territorio sobre todo a partir de las décadas de los años veinte y treinta del siglo XX, concentrándose en las nacientes poblaciones de Ensenada, Tijuana y Mexicali. Lo que contribuyó a que las identidades se fincaran en un supuesto origen urbano y, por tanto, se ha privilegiado el consenso en definir las fechas de fundación de estas ciudades. Esto en recuerdo de los claros actos fundacionales de las poblaciones virreinales novohispanas, pero es indudable que las circunstancias de la península son notoriamente diferentes, salvo algunas excepciones como el poblado de Real del Castillo, que si cuenta con una acta fundacional pero hoy en día está abandonado y su establecimiento respondió a una circunstancia histórica diferente.

La limitación de las identidades a lo urbano, en Baja California, motivó a que se considerara que nada había de rescatable en lo rural y en las etapas anteriores a los momentos fundacionales de las ciudades, definidos por consenso. En un sentido negativo, lo otro era prehistoria, como lo señala Guy Rozat: “[...] humanos son las ciudades, humanos son los campos cultivados y todas las obras y realizaciones del hombre sedentario. [...] más allá [...] empieza la tierra de nadie, donde deambulan porqueros, vaqueros, recolectores, carboneros y un conjunto de forajidos, todos estos nómadas, hombres salvajes por esencia [...]”

Todo lo que fuera anterior o exterior a la “civilización” fue tomado poco en cuenta o ignorado, bajo el supuesto que nada había aportado a la sociedad actual, siendo el principal objeto de este olvido los grupos indígenas y sus estrategias de supervivencia. Como señala Romana Falcón “al habitante del mundo americano se le condenó como inferior e incapaz de compararse con la “civilización” occidental, la única digna de emulación”. Pero también, en esta forma de reconocimiento de nuestro pasado, ciertos pasajes y personales han sido dejados de lado o en los mejor de los casos han sido simplificados al máximo, tal es el hecho de la contribución cortesiana al descubrimiento de California por parte de la expansión occidental, encabezada por los hispanos del siglo XVI.

En la obra El descubrimiento de California. Las expediciones de Becerra y Grijalva a la Mar del Sur, 1533-1534, de Julio César Montané Martí y Carlos Lazcano Sahagún, es indudable que la figura central de la publicación es Hernán Cortés, aunque los propios autores aclaran en su Introducción que “No es intención de la historia, aunque algunos así la interpretan, el hacer de sus personajes héroes o villanos, buenos o malos. Al destacar la figura de Cortés como descubridor de California, lo único que pretendemos es esclarecer hechos y circunstancias.” (p. 16) Así, la obra se encuentra dividida en cinco capítulos bajo las temáticas de “En búsqueda de una geografía fantástica”; “La expedición de Diego Hurtado de Mendoza”; “Fortín Jiménez llega a California”; “La navegación de Hernando de Grijalva”, y “La California Mexicana: una reflexión”. Que sintetizan las circunstancias del primer encuentro-desencuentro formal entre los habitantes indígenas de lo que hoy conocemos como La Paz, Baja California Sur, y los exploradores españoles al mando superior de Cortés.

Considero crucial reconocer que las posturas revisionistas de nuestro pasado pueden ir desde el aparentemente simple “rescate” de fuentes originales, hasta la propuesta de nuevas formas de comprender ciertos sucesos históricos que han sido fundamentales para el devenir histórico de nuestra civilización, obviamente, la occidental. En toda búsqueda de tratar de comprender nuestro pasado, se encuentra inmersa una búsqueda de nuestra identidad actual, así los autores pretenden “presentar una visión de este primer encuentro dirigida a los habitantes de la península de Baja California, considerando que fue a partir de este hecho la gestación de lo que hoy somos los bajacalifornianos.” (p. 13) Es así que el interés por un hecho histórico que ha sido trivializado, como la llegada del contingente lidereado por Fortún Jiménez, nos lleva a la comprensión y reconocimiento de la larga historia regional de la península de Baja California, y en el mejor de los casos en la historia de las Californias.

Espero que la publicación de esta obra, como otras que ha impulsado Carlos Lazcano, nos lleven a reflexionar sobre la historia de nuestra región, más allá de posturas simplistas y llanas de una historia de héroes y villanos, con sus respectivos clubes de fans o seguidores, sino al intercambio razonado de escenarios explicativos de nuestro devenir histórico, cultural, socioeconómico, político y demográfico.

Por lo cual, pediría a los asistentes que adquieran el libro y lo lean, tal ves siguiendo un consejo, parafraseado, de Cortés: “yo vos mando y encargo que tengáis cuidado de enviar personas cuerdas y de experiencia para que lo sepan y vean la manera de ello e os traigan la relación larga y verdadera de lo que hallaren, la cual asimismo me enviaréis continuamente todas las veces que me escribieres”. (p. 23)

El descubrimiento de California. Las expediciones de Becerra y Grijalva a la Mar del Sur, 1533-1534, Julio César Montané Martí y Carlos Lazcano Sahagún, colección “Navegantes de la California”, núm. 1, Ensenada, Fundación Barca / Lecturas Californianas / Museo de Historia de Ensenada, 2004.

miércoles, 18 de mayo de 2005

El desarrollo regional y la organización del espacio, siglos XVI al XX.

Reseña de la obra de Bernardo García Martínez, El desarrollo regional y la organización del espacio, siglos XVI al XX, colección “Historia Económica de México, número 8, Ciudad de México, Universidad Nacional Autónoma de México / Editorial Océano, 2004.

Tomando en cuenta que es fundamental poder contar con textos académicos orientados a la difusión del estado de la cuestión de temas como la historia económica de nuestro país, es sumamente interesante poder contar con la colección coordinada por Enrique Semo, de la cual se inscribe la obra de Bernardo García Martínez. Así, en la Presentación, aunque no en el texto propiamente dicho, se establece que el objetivo es “sintetizar los resultados de infinidad de investigaciones particulares especializadas y ofrecer al lector una visión coherente de conjunto, basada en el conocimiento actual de los temas abordados. Esperamos que todos los interesados en la historia económica, pero especialmente los estudiantes de economía e historia, encuentren en ella tanto una obra de consulta como un marco de referencia y una fuente de inspiración teórica para nuevos estudios” (p. 8)

El libro El desarrollo regional y la organización del espacio, siglos XVI al XX, está integrado por cuatro grandes apartados: “Los cimientos del espacio mexicano”; “Paisajes, regiones y un nuevo mundo en la geografía colonial”; “Continuidad, transformaciones, y más continuidad”, y “La geografía del presente”. Como se puede apreciar no hay una introducción, ni conclusiones, de ahí que para esta reseña se optara por consignar la cita de Semo, como el objetivo de la obra. Otro aspecto que también es de indicar, ya que salta a la vista, es que la obra no cuenta con ninguna ilustración de ningún tipo, y considerando que su público objetivo es el estudiantado medio superior y superior, asumir que se podrán ubicar imaginariamente en el espacio “mexicano”, pues resulta aventurado, aunque no debemos descartar una cuestión de tipo editorial para el no uso de gráficos y mapas.

Aunque el autor señala al inicio de su libro que “hay que sacudirse cualquier imagen de un país configurado nítidamente por fronteras u otros contornos, en especial si se trata de uno que a lo largo de su historia ha tenido diferentes fronteras o de un espacio que ha sido compartidos por diferentes países” (p. 13), esto no se percibe en el desarrollo del libro, ya que las regiones que componen o han compuesto a la nación mexicana o al estado colonial novohispano, son definidas con cierta claridad hasta las últimas diez páginas (pp. 98-107), que García Martínez presenta como “un breve examen de cada uno de los grandes componentes de la geografía del país” (p. 97), que serían: “México Central”, “Vertiente del Golfo”, “Vertiente del Pacífico”, “Vertiente del Norte” (con los sectores noreste, centro y noroeste), y “Cadenas Caribeña y Centroamericana”, estas últimas las menos claras a las regiones a las que se refiere, que por cierto, todo indica, que su propuesta de regionalización está amarrada a las delimitaciones político-administrativas estatales.

Pero también resulta sorprendente constatar que se establezca un discurso fuertemente amarrado al centralismo, sin poder reconocer que las regiones pudieron negociar sus articulaciones con el centro colonial y nacional, respectivamente, todo parecería un destino manifiesto del centro por serlo: “En todo caso, hay una clara continuidad desde el siglo II hasta el presente en el hecho de que una pequeña región, la cuenca de México, albergue la capital o punto central de un amplio sistema espacial” (p. 16).

Indudablemente, durante los siglos XVI al XX, el centro político ha tomado medidas y decisiones desde su realidad, menospreciando a las regiones, sobre todo las más alejadas del “México Central”, pero negar la posibilidad de que estas regiones pudieron desarrollar estrategias propias, sin llegar a la confrontación, es negar el devenir histórico regional mexicano, por ejemplo, cuando señala que el crecimiento moderno de las ciudades bajacalifornianas “no ha sido tanto consecuencia de la evolución de Baja California cuanto del espectacular crecimiento de la California norteamericana” (pp. 102-103). Es inconcebible que la región Baja California-California pueda ser analizada separándola, que una parte sea mexicana y la otra estadounidense, que no norteamericana, que ambas lo serían, es una circunstancia histórica y política, pero para el análisis del desarrollo histórico regional de las actuales regiones mexicanas, se debe tomar en cuenta estas circunstancias que no son particularidades extremas, sino interacciones regionales que van, para el caso de las Californias, desde fines del XVII hasta principios del XXI.

Pero esta perspectiva de ver la historia de las regiones novohispanas y mexicanas desde el centro del país, solo lleva a que el autor desdibuje los espacios más alejados de ese centro ideológico y político, y reitero que no es que se quiera negar las claras tendencias centralizadoras de los diversos gobiernos virreinales y nacionales desde el siglo XVI al XX, y que todos estuvieron asentados en la Ciudad de México, pero si la intención de la obra es “ofrecer al lector una visión coherente de conjunto, basada en el conocimiento actual de los temas abordados”, me resulta desalentador como especialista y docente no ver reflejada la larga tradición académica mexicana, y no hablemos de la estadounidense con autores como Eric Van Young, de reflexión sobre el devenir histórico de las diversas regiones que han integrado o integran a la república mexicana.

En cuanto a las cuestiones metodológicas y conceptuales es de rescatar sus aportaciones sobre los términos de “paisaje” (p. 35), o “región” (pp. 41-43), aunque este último es presentado de manera abrupta dentro del apartado “Paisajes, regiones y un nuevo mundo en la geografía colonial” (pp. 35-56): “Pero conviene que antes de seguir adelante hagamos una muy breve reflexión sobre un concepto que es de capital importancia en el análisis histórico y geográfico: el de región” (p. 41) Indudablemente esta obra es de consulta, pero por desgracia es una excelente introducción a la obra de Bernardo García Martínez, aunque no necesariamente los estudiantes “encuentren en ella tanto una obra de consulta como un marco de referencia y una fuente de inspiración teórica para nuevos estudios”, ya que para eso tendrían que consultar las múltiples obras citadas por el autor, ya que como señala en la nota 1: “Este pequeño libro resume porciones de un amplio estudio de geografía histórica que aparecerá con el título de La construcción del espacio mexicano. Por otra parte, recoge y entremezcla ideas, interpretaciones, planteamientos y párrafos de una docena de estudios que he publicado con anterioridad, algunos especializados y otros de carácter general. El lector encontrará las referencias correspondientes a lo largo del texto” (p. 11)

Así, esta obra es una magnífica introducción a la producción académica del autor, que en mucho ayudaría a estudiantes que tuvieran como objetivo el estudio y análisis de las aportaciones a la geografía histórica sobre México realizadas por Bernardo García Martínez, entre 1974 y 2004, pero realmente no ayuda a comprender El desarrollo regional y la organización del espacio, siglos XVI al XX de lo que hoy conocemos como los Estados Unidos Mexicanos, aunque tal vez peco de excesiva expectativa de que la obra pudiera cubrir muchas de las debilidades de los estudios regionales y de la historia regional, pero existen demasiado lugares comunes que solo vienen a confirmar una actitud centralista que lleva a una explicación tautológica: “En el caso que nos ocupa tomamos la ciudad de México como punto de partida para el análisis geográfico e histórico que vamos a iniciar porque es el elemento articulador por excelencia del espacio asociado a ella, […] La geografía y la historia de México son la geografía y la historia de un conjunto de espacios y sistemas definidos y condicionados por ese centro tan relevante y tan dominante. Ningún otro principio puede ofrecer mejor posición para entender un conjunto que acepta semejante definición” (pp. 13-14)

Las regiones son construcciones metodológicas, pero sobre todo hipótesis a demostrar, que deben estar construidas con base en el conocimiento de su geografía física, natural y humana, con apoyo de la reconstrucción histórica de las sociedades humanas que las habitaron y poblaron, más allá de los centros evidentes o las divisiones político-administrativas actuales, ya fueran nacionales o internacionales, y considero que precisamente es en las fronteras (disciplinarias, históricas, de imaginarios, y políticas) desde donde se puede comprender mejor el devenir histórico, sociocultural y político de nuestro pasado y nuestra actualidad.

martes, 26 de abril de 2005

Polémica sobre cambios en el INEHRM

Muy estimados amigos y colegas

H-MEXICO. Thu, 21 Apr 2005 12:00:35 -0500

El día 14 apareció en el periódico Reforma un reportaje sobre las transformaciones que estamos proponiendo para el INEHRM. Desgraciadamente, en el reportaje se interpretaron mal los objetivos del cambio. Debido a problemas de espacio, Reforma no publicará mi réplica completa. Como historiador, considero conveniente que el gremio conozca el reportaje original y mi respuesta completa, para distinguirla de la versión resumida que publicará el mismo Reforma. Así se complementará la información de los lectores de Reforma, pero igualmente servirá a quienes no lean ese diario.

Javier Garciadiego.
Director General del INEHRM.

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Reforma, jueves 14 de abril del 2005, sección C, Cultura.

Piden que el INEHRM cambie de nombre. Suman a la Historia "revolución" del 2000. Es una decisión aventurada, dice Meyer; el PAN busca escribir una nueva historia oficial, señala Galeana.

Por Víctor Fuentes y Erika P. Bucio.

El Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana (INEHRM) cambiará de nombre para estudiar ya no sólo el movimiento armado de 1910, sino otras revoluciones como la "Democrática de finales del siglo pasado". De acuerdo con el anteproyecto de decreto enviado a la Comisión Federal de Mejora Regulatoria el 7 de abril, la nueva denominación del organismo será Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México. "El objetivo es no ver a la Revolución Mexicana como un movimiento épico o fundacional, sino como parte de un proceso histórico nacional más amplio", afirmó Javier Garciadiego, director de la institución. Nacido con el objetivo de rescatar documentos y material bibliográfico relativos al movimiento armado de 1910, el INEHRM se ocupará ahora también de las revoluciones de Independencia de 1810, la Liberal de 1857 y la democrática de finales del siglo 20.

Para el historiador Lorenzo Meyer, resulta arriesgado llamar "revolución democrática" al triunfo de Vicente Fox en las elecciones presidenciales del 2000. "El PRI creó ese instituto para que sirviera de centro de estudios y elogios para la única Revolución, pero con su salida de Los Pinos, este movimiento armado ya no es el dueño de la casa oficial sino un mero huésped. Donde sí tengo mis dudas es en llamar a la de Fox revolución democrática, es aventurar mucho", opina Meyer.

Gisela von Wobeser, directora de la Academia Mexicana de la Historia, elogia el trabajo del INEHRM al impulsar los estudios sobre la Revolución de 1910, pero advierte la falta de una perspectiva histórica para poder abordar la transición a la democracia. "Hacer historia del presente implica riesgos porque todavía no tenemos acceso a los archivos, todavía no hay una reflexión madura y hay amplios sectores que cuestionan aspectos de la actual democracia", sostiene. La historiadora Josefina Zoraida Vázquez respalda la decisión de ampliar el campo de acción del organismo al siglo 19, pero pide acotar la expresión "revoluciones de México".

Patricia Galeana, ex directora del Archivo General de la Nación, atribuye el cambio de nombre a una pretensión del actual régimen por escribir una nueva historia oficial. "Es el proyecto del PAN para incorporarse dentro de las revoluciones, pero este cambio todavía dista mucho de ser democrático como para hablar de una "revolución", puesto que no ha habido una Reforma del Estado. El único objetivo del cambio de nombre es hacer una nueva historia oficial", señala la historiadora.

Pero Garciadiego replica que, para el INEHRM, la transición a la democracia no se limita a las elecciones del 2000, sino que se entiende como un proceso histórico que toca a los académicos fechar si comienza en 1968 o 1988. "Queremos fomentar una conciencia cívica e histórica, pero desde una perspectiva democrática, con una visión plural, sin partidizar la historia", insiste el académico. Para cumplir con sus nuevas tareas, el INEHRM, que cuenta con una planta de diez investigadores, no dispondrá -de acuerdo con el anteproyecto- de un mayor presupuesto, el cual ascendió este año a 14.2 millones de pesos. A fin de eficientar el uso de recursos, se buscó que el nuevo nombre del organismo permitiera preservar las siglas de la institución para evitar el desperdicio de papelería. Como consecuencia de la reforma, Garciadiego prevé la creación de más premios y becas para los académicos. Aún sin fecha prevista para la publicación y entrada en vigor del decreto, que habrán de firmar las secretarías de Gobernación, Hacienda, Educación y de la Función Pública, Garciadiego confía en que el INEHRM podrá sumarse a los festejos que organice el Gobierno federal por el bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución Mexicana. "La idea ha sido bien recibida en la Secretaría (de Gobernación), veremos si también es bien visto por la Presidencia", concluye.

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Réplica completa del Dr. Javier Garciadiego.

Sr. Alejandro Junco de la Vega
Director.

El día de hoy, el muy leído periódico que usted dirige publica un reportaje sobre el INEHRM, titulado "Suman a la historia "revolución" del 2000". En tanto director del INEHRM (a partir de octubre del 2001, pero miembro de su Consejo Técnico desde varios años antes), quisiera hacer algunas precisiones. El reportaje, redactado por el señor Víctor Fuentes y la señorita Erika P. Bucio, se basa en el propio Anteproyecto de cambio del INEHRM, así como en comentarios míos y de varios destacados colegas, aunque da la impresión de que estos emitieron sus opiniones sin conocer dicho Anteproyecto.

Lo que buscamos, simple y sencillamente, es ampliar el campo de trabajo del INEHRM, para que pueda hacer rescates bibliográficos y fomentar estudios sobre "las grandes transformaciones sociales, económicas, políticas y culturales generadas por las revoluciones que han definido la historia nacional" (Art. 4o. del Anteproyecto). En el considerando 7o. del mismo Anteproyecto se dice que esas transformaciones "que han definido al país son la Independencia, la Reforma Liberal, la Revolución y la transición democrática de finales del siglo XX". En ningún lugar se habla de "la revolución del 2000".

Obviamente, consideramos que este último proceso tuvo incontables protagonistas, tanto individuales -Luis H. Alvarez, Cuauhtémoc Cárdenas, Heberto Castillo, Manuel Clouthier, Vicente Fox, Rosario Ibarra, Andrés Manuel López Obrador, Porfirio Muñoz Ledo, Jesús Reyes Heroles, Samuel Ruiz y José Woldenberg, entre muchísimos otros- como colectivos -el IFE, los principales partidos políticos, varios movimientos sociales (como los estudiantes de 1968), un sinnúmero de ONG, muchos intelectuales y periodistas críticos, algunos medios de comunicación y un inacabable etcétera-. El proceso de "la Transición Democrática de finales del siglo XX" también implica desigualdades cronológicas y geográficas. Para unos se remonta a 1968, para otros a 1976 y para unos más a 1988, aunque estoy consciente de que hay cronologías regionales particulares. En nuestro Anteproyecto no se fijan fechas determinantes, y en ningún renglón se menciona el año 2000. Tampoco se atribuyen créditos particulares a personaje alguno. Más aún, no ignoramos que todo proceso histórico se construye con avances y retrocesos, como bien lo muestran los días que corren.

La propuesta de cambiar el INEHRM tiene varias causas y objetivos. La principal es ajustarse a la normatividad y anticiparse a los tiempos por venir. En 1960 y 1985 el INEHRM participó en las conmemoraciones de la Independencia y la Reforma, pero sin estar amparado legalmente. Ahora deseamos contar con la autorización debida para fomentar estudios de otros periodos, así como participar legalmente en las conmemoraciones del Bicentenario del nacimiento de Benito Juárez (2006), los 150 años de la Constitución de 1857 (2007), los 150 años de las Leyes de Reforma (2009) y el Bicentenario de la Independencia (2010).

Por lo que se refiere a los comentarios hechos por mis colegas, he de decir que comparto con Gisela von Wobeser sus preocupaciones ante los riesgos que implica hacer "historia del presente". Sin embargo, es un hecho que ya se pueden hacer confiables historias de tiempos o procesos recientes, pues se cuenta con una crecientemente buena hemerografía, con la llamada historia "oral", e incluso con materiales de archivos ahora forzosamente accesibles para hechos apenas distantes uno o dos lustros. Recuérdense las Galerías 1 y 2 del AGN.

Respecto a la afirmación de Lorenzo Meyer de que llamamos "revolución democrática (...) al triunfo de Vicente Fox", aclaro que tal idea no está ni en el texto ni en el espíritu del Anteproyecto. Haberlo propuesto hubiera sido una insensatez de nuestra parte. Asegurar que éste es el objetivo de nuestra propuesta, sin conocer el Anteproyecto, implica una conducta contraria a los códigos de respeto a nuestra disciplina y a nuestro gremio. La contienda electoral del año 2000, con sus variantes de triunfos y derrotas tripartidistas, es concebida en el INEHRM como parte de un proceso mucho más amplio. De ninguna manera se pretende sobrestimar o subestimar a personaje o factor alguno. Además, consciente de las dificultades que implica el término "Revolución" -como bien lo advierte doña Josefina Zoraida Vázquez-, en el Anteproyecto se piensa más bien en la idea de una gran transformación para lo acontecido en los, digamos, últimos treinta o cuarenta años.

Por último, rechazo tajantemente la afirmación de Patricia Galeana, de que es un proyecto "del PAN" y de que "su único objetivo (...) es hacer una nueva historia oficial". Las trayectorias biográficas y los resultados laborales sirven más que cualquier declaración. No soy ni he sido ni nunca seré miembro del PAN. No simpatizo con muchísimas de sus posturas. Por ende, no soy su votante firme, duro o cautivo. Soy un historiador que aceptó salir parcial y temporalmente de la vida académica porque se me invitó a colaborar en un proyecto que beneficiaría cualitativa y cuantitativamente el fomento de los estudios históricos del país. Desde un principio, el Secretario de Gobernación y yo nos comprometimos a distanciar al INEHRM de cualquier historiografía de tipo "oficial", partidista, gubernamental o "broncínea". Sobre todo, nos comprometimos a no intentar hacer una nueva historia oficial. Ni es posible, ni lo pretendimos nunca. ¿Para qué citar numerosas declaraciones al respecto? Mejor recomiendo a Patricia Galeana, y a cualquier otro interesado al respecto, que revise los temas de los foros organizados por el INEHRM desde octubre de 2001, que analice la composición ideológica e institucional de los ponentes, que revise nuestra producción editorial, y que revise los temas de estudio y las perspectivas ideológicas de los ganadores de nuestros premios y becas. Hemos sido puntillosos en cuanto a fomentar una historia plural, incluyente, sin olvidos ni maquillaje, una historia de todos y -si se atiende al carácter general de nuestro público- para todos.

Concluyo: no sé qué partido político ganará las elecciones de 2006, 2012, 2018 y así sucesivamente. Pero el compromiso del INEHRM, y de la parte de la Secretaría de Gobernación a la que está adscrito, es heredar un Instituto activo y serio; sobre todo, una institución comprometida con la historia del país. Una institución con un marco de labores amplio para que los próximos directores y sus Consejeros, siempre destacadísimos historiadores, cuenten con el respaldo normativo adecuado para poder fomentar el estudio –con becas, premios, foros y publicaciones- de todo nuestro proceso histórico nacional. En resumen, el Anteproyecto de transformación del INEHRM busca impedir que se vuelva a hacer historia "broncínea" y legitimadora.

Recuérdese, por último, que el INEHRM no hace investigaciones directas, y que mucho menos hace definiciones ideológicas. Lo que hace es fomentar estudios hechos por los colegas. Serán éstos los que digan en qué consistieron los procesos históricos que han transformado nuestro país.

ATENTAMENTE
Javier Garciadiego.
Director General del INEHRM

jueves, 31 de marzo de 2005

Historia: ¿Ciencia Social o Humanidades?

Para algunos parecería una pregunta pertinente, sin embargo, su servidor se formó en un mundo académico (1984-1990), en el cual la pregunta ni siquiera se podía plantear, ya que implicaba dudar sobre que la historia era una ciencia social de pleno derecho. Discutíamos los argumentos en contra de la ciencia histórica como tal, desde las llamadas ciencias duras, y si el método hipotético deductivo era el único con calidad científica, pero nunca nos cuestionamos si nuestra disciplina, estudiada en la Universidad de Guadalajara (Facultad de Filosofía y Letras), era parte de las Ciencias Sociales.

Ha sido en estas regiones donde me he tenido que enfrentar con la idea de clasificar a la historia como parte de las Humanidades, sin que nunca existiera una discusión sobre qué se entiende por las Humanidades, ni por qué es necesario establecer una clasificación mayor a las de ciencias sociales y naturales, por qué permitir nuestra propia descalificación cayendo en el juego de las nomenclaturas discriminatorias: como no haces lo que yo hago no eres como yo, ergo, eres inferior. El no reconocer que este es un juego sociopolítico discriminatorio e intolerante, me parece preocupante de la parte pensante universitaria.

Si aceptamos que la historia es parte de las Humanidades, es aceptar que sea clasificada como un “arte menor”, y el devenir histórico de la ciencia histórica en nada mas en el México contemporáneo, no hablemos de las Escuela de los Anales, la microhistoria italiana o del marxismo histórico británico, nos muestra lo errado e ignorante de esta clasificación.

Así, resulta paradójico que mientras en nuestra región se clasifica a la historia como parte de las Humanidades, que a fin de cuentas no debería de existir tal nomenclatura, el Observatorio laboral (http://www.observatoriolaboral.gob.mx) de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (sí, la de Abascal), establece que dentro de la clasificación de las Ciencias Sociales se encuentran: Derecho; Ciencias Políticas y Administración Pública; Ciencias de la Comunicación; Sociología, Trabajo Social y afines; e Historia. No obstante, esta instancia de gobierno también cuenta con el estanco de las Humanidades donde establecen a: Filosofía; Psicología; Teología y Religión; y Antropología y Arqueología.

En una modernidad tardía con una tendencia cada vez mayor hacia la transdisciplina desde la intradisciplina, como es posible que sigamos discutiendo la nomenclatura positivista decimonónico de las ciencias humanas, es decir de las ciencias que ejerce el ser humano, ya que sin el elemento humano ni la física cuántica existiría, así como la literatura o la historia. En un mundo globalizado, bajo la crítica postmoderna, por qué proponer un conglomerado disciplinario como la licenciatura en Humanidades: especialista del todo y conocedor de nada.

miércoles, 16 de marzo de 2005

HaD con los historiadores de Nuevo Leon

HaD con los historiadores de Nuevo Leon.
Date: Thu, 10 Mar 2005 16:33:29 +0100

¿Hacia dónde vamos? El devenir de las ciencias humanas

Al H. Congreso de la Unión.
Al ciudadano presidente Vicente Fox Quesada.
Al ciudadano Secretario de Educación Reyes Tamés Guerra.
A la opinión pública.

Antropólogos, arqueólogos, artistas, abogados, científicos, filósofos, historiadores, intelectuales, investigadores, periodistas, maestros y estudiantes leímos con incredulidad la nota publicada en este diario el pasado 9 de febrero con la información “Desaparecen las carreras de historia y filosofía en la UANL; el mercado, la causa”. Por este conducto queremos manifestar nuestro profundo rechazo a esa medida.

En 1989, cuando cayó el Muro de Berlín y la mirada atónita del mundo se volcó hacia la reflexión del saber humano, se dio nuevamente lugar a las preguntas del ser y su historia. Ni la certeza, ni la fatalidad, ni el subjetivismo, ni el objetivismo extremos cobijaron aún más nuestro saber en la historia. Esta crisis del pensamiento moderno nos condujo a nuevas formas de mirar, interpretar y comprender qué es lo que hemos venido siendo. Desde entonces y hasta la fecha, el trabajo intelectual de todos los humanistas ha intentado resolver esas preguntas sobre el ser y el tiempo, el origen y el sentido de mujeres y hombres, de civilización y cultura, de tradición y modernidad. La experiencia contemporánea de ruptura entre tradición y modernidad nos alejó de pensamientos totalitarios, determinismos epistemológicos que excluyeron nuestra diversidad interna y externa. Ser como uno, ser como otro y con los otros constituye esa nueva manera de entendernos en la historia.

En este sentido, la crítica como eje constructor de ese venir siendo abrió nuevos horizontes y trazó nuevas expectativas que reflejaron la fragilidad de la conciencia histórica del mundo y sus habitantes: nosotros mismos. Diversos escenarios y distintos protagonistas de la realidad histórico-social, en todas las latitudes del orbe, exigen ser analizados con agudeza, pertinencia y claridad. La tarea, entonces, de pensarnos ante las calamidades del siglo que terminó y las incertidumbres del siglo que comienza, manifiestas en la injusticia, la pobreza, el racismo, el resurgimiento de los nacionalismos extremos, la identidad, el abuso del poder y la guerra, es ineludible e impostergable, porque con voz propia, los historiadores, los filósofos, los sociólogos y los antropólogos construyen un ámbito de reflexión siempre abierto a nuevos caminos, experiencia crítica que obliga a ser interpelados desde el diálogo universal.

El mundo que vivimos nos recuerda a cada instante que los usos y abusos de la memoria hacen imprescindible reconocer que el acto de pensar y estar vivo son una misma cosa de nuestra condición humana. En estos tiempos se hace particularmente evidente la necesidad de reflexión; en América Latina los conflictos armados, la inestabilidad económica, política y social, la integración étnica, entre otros, sugieren la intervención del quehacer histórico-filosófico.

Nunca como hoy, alarmados por el tiempo nublado, y no menos indignados por el amenazante cierre de las licenciaturas de Historia y Filosofía en la Universidad Autónoma de Nuevo León, creemos los pensadores sociales en la importancia de la historia y la filosofía como pilares de las ciencias. En todas las culturas y en todos los tiempos, el saber reflexivo ha constituido la esencia misma del conocimiento.

Quienes suscribimos esta carta sabemos de la virtud y vocación académicas con que se han venido desenvolviendo estudiantes y profesores de Historia y Filosofía en la UANL. Por su entereza y calidad moral exhortamos a la comunidad estudiantil a que defiendan, y a todos los espacios de conocimiento en este país a que no desistan en su férrea lucha contra el pragmatismo político y económico de quienes ensombrecen la educación en México, semillero de pensadores ante una realidad oportunista y voraz que no refleja de manera alguna las necesidades sociales del país y el mundo.

Hacemos también un llamado a las autoridades educativas de las distintas dependencias a que reconsideren cuáles son las vías de expresión por las que conducen los destinos del saber y la cultura en México.

Rechazamos categóricamente las “razones” absurdas y mezquinas con que buscan respaldar la desaparición de estas carreras. La lógica economicista expone de manera burda el argumento del desempleo como si esto resolviera la situación crítica laboral que vivimos los mexicanos.

Nos sumamos a esta protesta:

Universidad Nacional Autónoma de México Académicos: Dra. Mercedes de la Garza (directora del Instituto de Investigaciones Filológicas), Dr. Boris Berenzon, Dr. Alfredo López Austin, Dr. Jorge Alberto Manrique (investigador emérito), Dra. Georgina Calderón, Mtro. Rafael Guevara, Mtro. Alberto Betancourt, Mtra. Valentina Cantón, Mtro. Mario Aguirre Beltrán, Dra. Andrea Sánchez, Mtro. Felipe Ramírez, Dr. Alberto Constante, Dra. Verónica Ibarra, Mtra. Gloria Villegas, Dr. Miguel Soto, Dra. Rosa Camelo, Dr. Álvaro Matute (investigador emérito), Dra. Evelia Trejo, Lic. María Luisa Flores, , Dra. Helena Beristáin (investigadora emérita), Dr. Mauricio Beuchot, Dra. Esther Cohen, Arqlgo. Tomás Pérez, Dr. Jorge Ramón Gónzalez, Araceli Nava, Dr. César González Ochoa, Dra. Alejandra Vigueras, Mtro. Lorenzo Ochoa, Lic. Arturo Gómez Arqlgo. Carlos Álvarez. Vicente Leñero (escritor), Antonio Garci (Caricaturista, Periodista), Roberto Jonson (Psicólogo), Pedro Friedeberg (Pintor), David Huerta (escritor), Verónica Murguía (periodista y escritora) Estudiantes de licenciatura, maestría y doctorado: Gerardo Pérez Cortés, Mónica Dávalos, Desiree Gasca P, Eugenia Gutiérrez, María Elena Vega V, Gustavo Garibay L, Blanca Uribe M., Hildebrando Castro G., David Muñiz, Felipe A. Cobos, Virginia Gómez C., Rosaura Mitra, Artemisa Téllez, Diana González, Seppe De Verésse-Pietas, Silvia Palma, Jesús Antonio García, Delia Huaracha Q. Marco Tulio Testón, Marisol Gómez G., Mariana Solís L, Nadia Aguilar, Óscar Ruiz Garay, Nohé Salcedo U., Fernando Díaz, Diego Amendolla, Lorena Botello, Abraham Navarro García, Abraham Villavicencio, Ernesto Leyva G. Pilar Salazar, Laura de la Torre H, Juan Manuel R, Liliana Sáinz, Fernando Rigel Vera, Teresa Barrera, José María Gallegos, Blanca Adriana Camacho, Gabriela Mejía, Claudia Morales, Delia Domínguez, Iván Martínez, Claudia Amador, Eduardo Alfonso Reyes, Berenice Camacho, Erika Madrigal H., Carlos Benavides, Sonia Martínez, Karla Ureña, Armando Salazar, Demián Soto, Itzel Ávila, Óscar Morales, Jesús Hernández, Édgar Flores, Ángel Vega, María Elena Villalobos, Argelia Segovia, Libertad Arguello, Juncia Avilés, Óscar Uriel Palma, Verónica Mariana Mendoza, Larissa Guadarrama, Estela Luna, Hedeley Venancio, Cristian Uriel García, Bárbara Hernández, Elvia Reyes, Sandra Rayón, Alan Llanos, Laura Uribe, Alef Pérez, Óscar Daniel García, Aline Padilla, Gabriela Delgado, María Alejandra Pérez, Llamil Mena, Enrique González, Germán Sosa, Juan Ignacio Carmona, Wiliams Hernández, Diana Salazar, Juan Ramón Martínez, Claudia Soriano, Nancy Rodríguez, Aleida García, Verónica Reyes, Osvaldo Hernández, Jorge González, Úrsula Mares, Ti Quip Fernández, Harí Fair.

RED Internacional de Historia a Debate Santiago de Compostela, España. Dr. Carlos Barros, presidente. Dr. Israel San Martín, Secretario Red Internacional de Historia a Debate Santiago de Compostela, España; Dr. Anibal Quijano, Dra. Amelia Galetti Universidad Autónoma de Entre Ríos; Dr Raúl Dargoltz. Profesor de Historia de la Univ. Nacional de Santiago del Estero. Argentina Investigador del CONICET (Consejo Nacional de Investigación, Ciencia y Técnica). Coordinador de la Cátedra Libre de Derechos Humanos (UNSE) Universidad Iberoamericana. Israel Ramírez.

Para adhesiones a este pronunciamiento: humanhisfilos@hotmail.com

Responsables de la publicación: María Elena Vega Villalobos y Gustavo Garibay López, Facultad de Filosofía y Letras.

Historia a Debate
E-mail: h-debate@cesga.es

Página web: www.h-debate.com

martes, 15 de marzo de 2005

En recuerdo de Manuel Clouthier

Me ha llamado la atención la renuncia de Tatiana Clouthier al PAN, por divergencias con su nuevo presidente, de oscura memoria y que no merece ser nombrado, ya que la recuerdo muy joven junto a su padre en un mitin político en Guadalajara, que creo que en un auditorio por la zona de la Normal, eso fue como en 1988, ya me escucho como abuelito, allá en mis tiempos…

Por razones familiares he seguido muy de cerca al panismo, sobre todo al bajacaliforniano, así como por mi interés en la política mexicana, pero siempre me he considerado de izquierda, de Samborns pero de izquierda, y me llama la atención la falta de visión, vieja característica del panismo (que no del neopanismo, que es otro), frente ante las muy evidentes señales de descomposición de su partido, y sobre todo esa defensa a ultranza de los gobiernos surgidos del panismo y del neopanismo, sin reconocer que muchos elementos sospechosos, por decir lo menos, se les han encaramado y les están causando serios problemas.

Tatiana dice que Luis H. Álvarez busca crear un movimiento interno que recupere al partido de las manos del neopanismo, sin embargo fueron los oldies, como se les conoce por acá quienes dieron el paso y les entregaron el partido al neopanismo, bajo la promesa de que les conseguirían triunfos electorales, lo que hicieron, pero nunca se preocuparon el costo de esta estrategia, y sobre todo el de no haber puesto los suficientes controles para no tener que “recuperar” al partido, como tuvo que ocurrir en Baja California desde hace dos años, que por fin el panismo ancestral (aunque representado por segundas y terceras generaciones), logró controlar al neopanismo tribal que estaba surgiendo: ruffismo, catalismo, neoruffismo, etc.

En el momento que el panismo que tuvo que luchar, desde los cincuenta del siglo XX, por construir un movimiento político con ciertos principios lo recupere y reconozca que la sociedad ya no está para darle un voto de confianza ciego a cualquier gobierno por 70 años y después ver si realmente era bueno, honesto y responsable. Debe volver el panismo que se comprometía a dar a conocer principios políticos, se ganara o no, porque lo único que veo ahora son aspirantes a puestos públicos, sin importarles la institución política que los propone, y ya “emponderados” buscan modificar al partido para hacerlo a su imagen y semejanza.

martes, 8 de marzo de 2005

Olga Wornat dice:

“Hago aquí una reflexión: ¿Tienen los políticos derecho a una vida privada? ¿Los periodistas podemos develar datos de su intimidad? Creo que la respuesta a la primera pregunta es sí, siempre y cuando su práctica cotidiana no entre en contradicción con sus declaraciones políticas. Pero cuando en el personaje en cuestión se diluyen los límites entre lo público y lo privado, y sus actos personales influyen en su desempeño oficial, la obligación del periodismo es tratar de desentrañar quiénes son realmente esas personas a las que se les ha atribuido un valor emblemático.” (Proceso, 1478: 9)

miércoles, 2 de marzo de 2005

Por qué no leer la carta de Rosario Robles, ni saber sobre la boda de Tony Garza.

Me pregunto ¿hasta dónde deben llegar los medios en la vida de los personajes públicos? Como considero que si se debe respetar ese espacio privado de la vida pública de los políticos, es que me negué a leer la carta de Rosario Robles, la enamorada, a Carlos Ahumada, su amante.

Por su parte Denise Dresser señala que Robles “no entiende que su error no fue una relación personal; fue no entender que esa relación –con esa persona en particular—entrañaba, desde el primer día, un conflicto de interés. Un conflicto de interés que ponía en jaque el interés público” (Proceso, 1477: 70) En lo que concuerdo, pero eso no nos da derecho a inmiscuirnos en la vida amorosa de Robles y Ahumada, ¿qué gano como ciudadano al leer la misiva de amor?, ¿mejora mi comprensión de las corrupciones gubernamentales?, ¿me permite plantear mecanismos para impedirlos?, ¿qué, ahora se reglamentará cuáles amantes te convienen?, porque la ley de responsabilidades de los funcionarios públicos no solo existe, sino que es bastante eficiente, si existe la voluntad política de aplicarla, que debe incluir la profesionalización de los auditores internos y no que sean “bancas”, al muy estilo priísta, para los panistas sin trabajo.

Con relación al matrimonio del embajador Tony Garza, ¿qué me importa como ciudadano mexicano si se casa y si lo hace por conveniencia? Proceso, en su número 1477, nos informa de la noticia con el titular: “La millonaria y el embajador: matrimonio por conveniencia”, ¿Y? Ni la millonaria lo ha sido robando al erario público, ni el embajador ha hecho política en el ámbito mexicano, entonces ¿qué nos importa que se casen por conveniencia o por amor?, ¿dónde está el interés público y ciudadano en esta noticia?, ¿por qué dedicarle tal espacio en un “seminario de información y análisis”, como es Proceso?

Todo indica que los Reality Show y los programas sobre el “espectáculo”, están ganando espacio en los medios más serios, y estos caen en sus estrategias, pero me niego a seguir tal tendencia, no leeré la carta de Rosario Robles y no me interesa el matrimonio del embajador Tony Garza, así si la candidata del PRD al Estado de México es “hija abandonada” de una “hija natural”, ¿dónde está el interés público en saber ese pasado de la candidata?, ¿la hace una mala candidata por ser hija de una hija natural? Me parece realmente ofensiva la intromisión del periodista de La Jornada, en este asunto, a mi parecer se hizo cómplice de una estrategia de desprestigio orquestada desde Pachuca, pero eso les está saliendo el tiro por la culata, ya que a todas luces fue una bajeza.

La ciudadanización de la política no debe implicar la vulgarización de los medios de análisis en mero show y medio del espectáculo.

viernes, 4 de febrero de 2005

National Treasure. The Movie or the Ideology?

Con el nombre de “La Leyenda del Tesoro perdido”, se ha exhibido en nuestro país la película “National Treasure” con el estelar de Nicolas Cage. En esta se propone que Benjamín Franklin Gates (N. Cage), ¿acaso pariente de William “Bill” Gates?, es el heredero de la tradición familiar de la búsqueda de El Tesoro, no cualquier tesoro, sino aquel que fue conformado por el transcurrir de los tiempos por las leyendas más dispares de la tradición occidental, desde los antiguos egipcios, pasando por romanos, hunos, cruzados, hasta llegar a los masones y de ahí a algunos de los firmantes de la Declaración de la Independencia de las trece colonias inglesas americanas.

Como es de imaginar en tres segundos “explican” como se conformó semejante tesoro y como llegó a América, no el continente, sino la de ellos, y pues si podemos resumir una supuesta historia de tres mil años con unas cuantas escenas inconexas, pues que nadie se asombre si se juntan masones, fracmasones y templarios, pues que más da. Lo importante es que los americanos, ellos, son los herederos de El Tesoro, es decir de la herencia occidental mediterránea y son sus actuales custodios, obviamente oculto bajo Manhattan, New York, ¿cómo se atreven a suponer otro lugar?

Lo realmente interesante es que es una argumentación para niños (y las chiquillas diría Foxpinocho, pues me vale) que gatean y balbucean, de cómo los americanos, ellos, son los herederos de la tradición occidental y obviamente los malos están encabezados por un millonario de dudosa reputación (¿existe alguno que no lo sea?), con una fuerte influencia aria, ¿por qué será? A los cuales se enfrenta Ben Gates con su gran ingenio, que la verdad es de una simpleza rampante, al estilo del “Códice Da Vinci”, la obviedad andante. ¿Cómo se extraña a Agatha Christie? Lo que se conjuga que una verdaderamente patética actuación de Nicolas Cage, buscando a sus cerca 50 años parecer un nuevo Indiana Jones, siendo una mala imitación de las legendarias actuaciones de Harrison Ford, pero sobre todo en las escenas de padre e hijo, que son un pálido reflejo de las de Ford y Sean Connery, “Indiana Jones y la última cruzada”.

Si los americanos, ellos, quieren ser el nuevo imperio, mínimo es de pedirles que se contraten publirrelacionistas eficaces e inteligentes, y no tener que padecer discursos realmente mediocres y bobos. Por cierto, que al cambiarle o traducir el título de la película se pierde mucha de la fuerza discursiva de la propuesta cinematográfica, “National Treasure”, se traduciría como Nuestro tesoro el que nos pertenece por el destino manifiesto y por la gracia de Dios.